Existe una realidad generalizada, nuestros niños y jóvenes, viven hiperconectados, desde que nacen e incluso antes, ya desde el vientre materno son presentados al mundo virtual. Ecografías desde los primeros meses pueblan las redes sociales y los exponen al escrutinio público. No es de extrañarse, que ya a los 7 años, sean diestros habitantes de la era digital, manejando más de 3 redes simultáneas y uniendo su mundo virtual y real como si fueran uno solo.
Más de 6 horas pasan al día informándose, trolleando, divirtiéndose, exponiéndose a sí mismo y su familia, más amigos incluidos. Quedarse hasta las 5 de la madrugada conversando es habitual, lo que les lleva a dormir poco, vivir desconcentrados y aburrirse mortalmente en este mundo que no tienen el atractivo que les brinda el otro, el mundo digital.
Después años de trabajar con ellos, en comunidad de aprendizajes digitales, puedo aportar algunas ideas:
– Existir en el mundo virtual es casi existencial, de tal manera que ser borrado de alguna red o no incorporado a la más popular es cuestión de sobrevivencia social. De ahí que estén al tanto de todo lo nuevo y desechen con facilidad y sin apego lo que ya no les sirve.
– Cuestionan lo tradicional, por encontrarlo monótono y poco práctico. Pasar horas en un trabajo que pueden encontrar ya hecho en la red, es pérdida de tiempo. Comparten resultados de pruebas, informes, con mayor rapidez que el profesor se demora en crearlo.
– Aman la exposición y la buscan, pudiendo crear escenarios necesarios para aumentar en seguidores o divertirse con el espanto del mundo adulto. Están continuamente criticando y cuestionando lo impuesto, exigiendo participación.
– Conocen los peligros de la red pero creen manejarlos, son soberbios y especialistas en burla sistemas. Lo que ven como un logro.
– Son creativos, innovadores, disruptivos, participativos. Genios en potencia a la espera que el sistema tradicional los incorpore. Desean aportar y lo manifiestan día a día.
¿Qué hacer con ellos? Con los huérfanos digitales. Que saben de tecnología más que sus padres y educadores.
– Guiarlos desde los primeros años, mientras más tiempo permanezcan solos, más vicios digitales suman.
– Generar lazos de mutua validación y reconocimiento, aportando pero también aprendiendo de ellos. No existe mejor profesor de tecnología que un alumno.
– Convertirnos en un facilitador, uniendo sus intereses personales a las necesidades sociales.
– Catalizar sus energías, educándolos digitalmente, de tal manera que se conviertan en ciudadanos digitales, ocupados en crear una reputación digital y una huella digital.
– Crear estrategias, validadas y reconocidas, que nos permitan crecer en comunidad.
La tarea es monumental, si partimos que el sistema tradicional educativo, suele vetar el uso de redes, bloquear el mundo digital reduciéndolo a un sitio de consulta o publicación de imágenes, previamente visadas.
Chile vive tiempos de Reforma Educativa y se extraña una política de formación digital docente, una planificación curricular que les permita a los docentes educar en el siglo XXI. Tampoco existe el desarrollo de competencias y habilidades digitales, desde los primeros aos y ascendente, que posibiliten un alumno capaz de responder los desafíos futuros.
Eduard Punset establece que si de algo estamos seguros que el mundo cambia vertiginosamente y que nuestro deber como sociedad es permitir que nuestros niños puedan hacer frente a los desafíos futuros. ¿Estamos haciendo el trabajo?